La etapa de tratamiento hormonal transcurría sobre ruedas, con la buena actitud al 100. La cereza en el pastel era estar aliviada tal como se había previsto, sin dolor, sin pesadez en las piernas, sin fines de semana obligados en cama, ni días laborales forzando mi cuerpo a trabajar, sin panty pañales o toallas buenas noches ( de buenas noches no tenían nada), ni sangrados alarmantes, mas bien entre tarjetas de invitación, lista de invitados, citas, preparativos, pruebas de menú, recordatorios y demás, ya que con hormonas o sin ellas suenan campanas de boda.