Era una mañana como cualquier otra, de esas mañanas soleadas en estos cortos días de recuperación, era el día 6 post-embolización, me levanté con una sensación como de estar cargando piedras en el interior de mi vientre, tomé la dosis del analgésico recetado y llegué a pensar que la pesadez era parte del proceso.
Imaginé acostumbrándome a esta sensación a medida que pasaba el tiempo y fue justo en ese instante cuando sentí una punzada, al minuto sentí otra punzada y la tercera fue mas fuerte que las otras dos, me senté en la cama y quise buscar hielo para colocarlo a nivel de mi vientre, pero no me alcanzó el esfuerzo ya que minutos después se desató una ola de contracciones fuertes, que me hicieron retorcer y caer tendida en la cama.
Sentía un profundo y vibrante dolor en el lado izquierdo justo en la parte donde mi vientre estaba mas prominente, justo donde se localizaba el mioma. Mis manos estaban heladas y sudorosas, cada poro de mi piel estaba erizado, mis ojos estaban empapados de lágrimas. Empecé a sangrar. De mi cuerpo tendido, solo podía mover levemente mi torso, pues de la cintura para abajo lo que sea que estuviera ocurriendo era como una especie de infierno… Lee el artículo completo
Me gusta:
Me gusta Cargando...